Desde que empecé a tomar clases de tenis es la primera vez que paso más de una semana sin ir a clase, estuve muy enferma una semana entera y no quería ir hasta que me sintiera confiada de que no iba a morir en la cancha.
Mi última clase había sido una pesadilla: 12 del mediodía un sábado, con calor de más de 30 grados y ni un poquito de sombra. Sentía que nada iba bien y cometí muchos errores así que volver a tomar una clase me tenía un poco ansiosa, después de todo el tenis es un deporte muy malagradecido.
Llegando a la clase temía un poco como iba a estar mi forma pero tuve una muy buena sorpresa: Todo estaba igual, hasta mejor. Mi entrenador enfocó la clase en trabajar en la altura de las bolas y eso es algo que a veces se me complica mucho porque en mi mente a todo le quiero pegar con fuerza pero eso hace que las bolas no pasen con suficiente altura por encima de la red, es de esas cosas que sé que tengo que hacer pero entre todos los otros 10 pasos que tengo que hacer antes de pegarle a la bola siempre se me olvida alguno.
Algo que he disfrutado mucho desde que me comprometí a aprender a jugar ha sido aprender a disfrutar el aspecto mental porque el tenis es un deporte que depende de mantener el cuerpo en movimiento y un ritmo estable para poder reaccionar a tiempo y con la forma correcta, si alguna vez se preguntaron por qué los partidos de tenis son tan silenciosos es porque cualquier mínima distracción puede “throw you off your game”, entonces es obligatorio estar 100% presente en el momento.
Este aspecto mental hace que pueda ser un deporte sumamente frustrante pero obligarme a estar presente en el momento es algo que normalmente me cuesta y solo lo he logrado jugando tenis. No puedo pensar en que hice antes, que pendientes tengo o que está pasando en la cancha de al lado, eso combinado con el sonido de los pajaritos en la mañana han hecho que use mi clase como un tipo de momento de meditación.
No voy a decir que no me frustro porque si lo hago y muchísimo (entiendo por qué rompen las raquetas) pero esa misma frustración es la que me hace querer seguir jugando, tener que forzarme a callar mi mente y volver a intentarlo hasta que salga y es ahí que siento muchísima calma y emoción por querer seguir mejorando.
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